Wednesday, June 16, 2010

Nieve En Primavera. (Tercera Subida)

- ¿Estás bien? Preguntó el chico al que antes había visto en su lugar especial y se impresionó pero respondió con un ahogado. - Sí.
- No lo parece ¿Siquiera puedes pararte? Preguntó nuevamente, con cara de incredulidad y cierto sarcasmo en su tono de voz.
- Claro que sí. Dijo ella. - Estaba parada hace un segundo; no sé en que momento llegué a esta posición... Se asombró de sus propios actos. Hace un momento había estado camino a casa, muerta de rabia por la invasión de su territorio y de repente se da cuenta de que no estaba ni a más de 10 metros de ese mismo lugar, y siento auxiliada por "el invasor". ¡Maldición! Dijo para sus adentros por la patética situación que sentía estar viviendo.
- Tal vez no lo has notado, pero llevas así cerca de una hora, hace 15 minutos estaba yéndome y me sorprendí o más bien, asuste, al ver el estado inmóvil en el que te encontrabas. Levántate y ve a casa, se está haciendo tarde. Dijo él, se puso de cuclillas frente a ella y terminó diciendo: Y ya deja de llorar. Al mismo tiempo que le extendía un pañuelo blanco con rayas celestes que había sacado de su bolsillo. Era ese tipo de pañuelos que los adultos mayores suelen cargar.
- Gracias. Respondió Sakura mientras se paraba, con algo de dificultad, pues sus músculos estaban tensos por la extensión de tiempo que permaneció en su previa posición: En cuclillas, con la espalda encorvada, abrazándose a sus piernas.
Ahora creía realmente las palabras que le había dicho "Llevas así cerca de una hora." Limpió su rostro enjuagado por sus lágrimas e intento respirar profundamente...tratando de sentirse viva, comprobando que su cuerpo aún funcionase. E intentó devolverle el pañuelo a ese joven...que ya no se veía como un completo osado, pues había mostrado su lado amable.
- Quédatelo, tengo mucho más en casa y al parecer lo necesitas más que yo. Concluyo él, ahora sin mirarla mientras se levantaba y se alejó a pasos cortos y lentos de allí.
A pesar de la ayuda que le brindó y de lo esquivo que era, no parecía estar bien, parecía que algo le dolía o incomodaba...a simple vista ella había encontrado a un chico arrogante, pero viéndolo bien, de cerca, se sentía una pena demostrada sin querer en esos ojos cenizos.

"Kuri, nunca estarás sola, nunca. En toda palabra amable, sentimiento de cariño o simple atención, estaré yo haciéndome presente ante ti, siempre para ti; porque Je t'aime mon amour." Al recordar eso una sonrisa iluminó su rostro. Gracias a Rui, ella aún podía sonreír; gracias a su amor, aún podía vivir.

- ¡Abuela! Estoy en casa ¿Hay helado en la re...? Dejo su frase inconclusa al ver la silueta de una mujer de mediana estatura, con ropa formal: falda llana hasta la rodilla de color crema y camisa manga larga rosada, arrodillada bebiendo té en la mesa de sala junto a su abuela.
No pudo más que gritar "¡Mamá!" con todas sus fuerzas y se abalanzó sobre ella. - ¡Te extrañe!¿Y papá? Indagó su hija sonriente,  llena de gozo.
- Vendrá el fin de semana, se quedó en Canadá. Tenía que resolver algunos asuntos de trabajo, mi vida. Le respondió su madre, a la vez que acariciaba con dulzura su cabello y su cara. Te ves cansada cariño, ve a descansar.
Desde que era una pequeña niña, siempre había admirado a su madre. Era como un dulce en cualquier momento de su vida, con esa cara semi-fina, esos gestos gentiles, esa voz suave, esos ojos de miel, ese cabello castaño claro y más características de su persona, eran un claro reflejo de esa personalidad suya; como una delicada flor, exactamente así. Cuanta paz sentía siempre estando junto a ella.
- Está bien, iré a tomar una siesta. Dijo obedientemente, sin discutir, pero antes paso por donde su abuela y beso su frente, a la vez que decía - Hola, reina mía. Hasta más tarde, las amo. Y se retiró, en silencio, a su habitación.


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